domingo, 13 de diciembre de 2009

Historia humana, historia ecológica

La historia del ser humano es también la historia de la ecología, que ha ido en paralelo a la historia social o cultural. Esa es la idea que defiende Sieferle en su artículo.

Fue a lo largo del siglo XIX y principios del XX cuando los antropólogos empezaron a estudiar la naturaleza de las personas, ligadas a una historia material. Pero en la segunda mitad del XX, se impone una nueva interpretación histórica, basada en los procesos sociales, económicos y simbólicos, dejando a un lado la concepción ecológica.

Sin embargo, se ha vuelto a recurrir a la relación entre economía y ecología debido a la crisis medioambiental, pero se ha dado un giro en la perspectiva anterior. En vez de determinismo ambiental, la búsqueda de las raíces de la crisis ecológica se basa, ahora, en la influencia del hombre sobre la naturaleza.

Estos nuevos estudios se centran en el agua, el aire, la tierra, la energía y la salud para demostrar que el estado del medio ambiente es el resultado del sistema social, con lo que la nueva historia ecológica se plantea desde una concepción higiénico-ambiental.

Este nuevo planteamiento, sin embargo, corre el peligro de caer en reduccionismo ambiental, con lo que se hace necesaria una Sociología Humana o una Ecología Cultural, que tengan en cuenta las otras disciplinas a la hora de construir la Historia, pero que no excluyan el papel primordial que juega la ecología en la construcción histórica, y la necesidad de gestionar de forma inteligente la energía que nos proporciona la naturaleza, porque no es infinita.

Temas de interés

Según Sieferle, para entender la historia sociocultural también hay que reconstruir la historia medioambiental, debido a la gran influencia que el entorno ejerce sobre las diferencias culturales, es decir, que es necesaria una ‘concepción geográfica de la historia’ (determinismo ambiental), pero también la influencia de la acción humana sobre el entorno. Así pues:

¿Dónde está el límite de la acción humana sobre la naturaleza? ¿Qué medidas tomar para que no se sobrepasen estos límites? ¿Cómo mantener el equilibrio ecológico sin acabar con el desarrollo técnico y científico? ¿Por qué las grandes empresas y los gobiernos no cambian su actitud, si realmente estamos tan mal?

En palabras de Sieferle, “la relación humanos-medio ambiente se convierte así en un campo de acción social más para cuya descripción y análisis son válidas las mismas reglas utilizadas hasta el momento con éxito en la sociología y ciencias afines”, refiriéndose a la historia de explotadores-explotados, ahora desde el punto de vista ambiental. ¿Es posible acabar con la dicotomía explotadores-explotados? ¿Es posible acabar con el déficit y la deuda ecológica?

Comentario para Antropología Ecológica.
13/12/09

Fuente: SIEFERLE, R.P. (2001), “Qué es la historia ecológica”, pp. 31-54.

Naturaleza(s)

Según Descola, la naturaleza es una construcción social, que depende de la cosmovisión y categorización de cada cultura. Para entender su funcionamiento, hay que tener en cuenta otras clasificaciones no occidentales, basadas en diferentes formas de identificación, relación y categorización.

Los modos de identificación definen las fronteras entre lo humano y lo no humano y podrían distinguirse 3 tipos: totémico, animista y naturalista. En los sistemas totémicos, los no humanos son tratados como signos, mientras que en los animistas son vistos en función de la relación de humanos con no humanos. El modo de identificación occidental sería el naturalista, y se basa en la creencia de que las leyes naturales explican todo lo que ocurre en el universo.

La concepción animista puede ser recíproca (indios tukanos: deuda constante con lo que la naturaleza les da), de rapacidad (jíbanos de Ecuador y Perú: no humanos iguales a las personas, como en sistema recíproco, pero no intercambio ni deuda con naturaleza), o de protección (la protección de lo no humano asegura beneficios).

El reconocimiento social de las cosas, por otra parte, depende de principios clasificatorios (taxonomías) basados en principios de semejanza (metáfora y metonimia) y en las combinaciones de esquemas categóricos de humanos/no humanos. Sin embargo, la visión que se tiene de la naturaleza no está generalmente representada en un corpus teórico, sino que se hace ‘visible’ gracias a los rituales y actitudes cotidianas, donde la cosmovisión que organiza las relaciones entre lo humano y lo no humano subyace en cada sociedad.

En conclusión, nuestra visión dualista del universo no es, según Descola, un paradigma universal y único, con lo que nuestro modelo de percepción no puede ser impuesto sobre otras cosmovisiones. De ahí la importancia de la Antropología simbólica.

Temas de interés

¿Se puede entender el mundo de forma global a través de la exploración de cada cosmovisión? ¿Hay una verdad absoluta? ¿Si no, qué sentido tienen las matemáticas, entonces?

Contradicción: Si no hay formas de conocimiento y percepción universales, ¿cómo puede ser que haya patrones de representación que si que lo sean? ¿Comó contribuirá el conocimiento de esos patrones universales a una mejor comprensión de la diversidad no humana?

¿Todo puede ser percibido, clasificado, conocido, o hay ‘cosas’ que aun se nos escapan?

Si cada cultura interpreta el mundo a su manera, para entender mejor el universo, ¿hay que basarse más en la ciencia o en la creencia? ¿Es la ciencia, entonces, otra creencia?

Comentario para la asignatura de Antropología Ecológica.
13/12/09.
Fuente: DESCOLA, P.; PÁLSSON, G. (coord.) (2001) “Construyendo naturalezas: Ecología simbólica y práctica social” en Naturaleza y sociedad. Perspectivas antropológicas. México, Siglo XXI. pp. 101-123.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Contradicción urbanística en la creación de una Barcelona guapa

He escogido la ciudad de Barcelona por cercana y conocida, y porque creo que en cuanto a gran ciudad mediterránea, reune lo mejor y lo peor que puede tener una ciudad dentro de sí misma. Barcelona mira al futuro con esmero para posicionarse en el mundo y en toda Europa como una ciudad abierta, cosmopolita y cívica. ¿Pero qué ocurre dentro de ella? ¿Todo es tan bonito como nos lo pintan?

La reforma del Casco Antiguo: ¿remodelación o ‘esponjamiento’?

Entre 2000 y 2003, el Ayuntamiento de Barcelona intentó llevar a cabo un proyecto de reforma urbanística conocido como Plan Especial de Reforma Interior (PERI) del sector oriental de la ciudad. El PERI fue aprobado en 1985 y no sólo se centra en el sector oriental o Casco Antiguo, sino que su actividad también contempla los varios del Raval y de la Barceloneta.

Aproximadamente un 15% de Ciutat Vella está afectado por algún PERI, según Maria Mas i Toni Verger, presidenta y miembro de la asociación de vecinos del Casco Antiguo.

El PERI de Ciutat Vella se basa en el Plan Popular (1979), que nace en oposición al Plan Comarcal que establecióa la obertura de Francesc Cambó y la prolongación de la calle Méndez Núñez. Con este nuevo proyecto, se establecen zonas de conservación, que quedarían en manos de empresas privadas, y zonas de ‘remodelación’, en manos de instituciones públicas. Las zonas de conservación, según Maria Mas i Toni Verger, correspondrían al barrio de la Ribera y a la parte cercana a la cateral de Santa María del Mar, una zona caracterizada hoy en día por el comercio para clase media-alta y por el ocio nocturno.

La zona de remodelación (o de derrocamiento, según ellos) correspondría al Barrio de Santa Caterina, donde la intervención pública cayó en manos del mismo Ayuntamiento de Barcelona, aliado con una empresa inmobiliaria semi-pública, PROCIVESA (Promoció Ciutat Vella SA) –actualmente FOCIVESA (Foment Ciutat Vella SA). Esta empresa se mantiene con un 51% de capital público, y es el organismo ejecutor y promotor de la remodelación, y su actuación implica expropiaciones forzosas y el desplazamiento masivo de población para liberar suelo reurbanizable y revalorizado.

La actuación del PERI comenzó en el Casco Antiguo con la reforma del Mercat de Santa Caterina, aprobada en el 2000. El plan tenía como propósito la conservación parcial de la fachada del mercado, la construcción en la parte posterior de 40 viviendas públicas, la realización de un parking subterráneo y la construcción de una gran estructura de acero y vídrio por encima del mercado, en la parte que da a la avenida Cambó (perpendicular a Vía Laietana).

Según la presidenta de la AAVV del Casc Antic, la desaparición del mercado supuso la muerte lenta del pequeño comercio que había sido el motor económico del barrio durante décadas, y cree que la actuación del PERI fue una estrategia del poder político municipal para dispersar –o según ella, expulsar- del barrio a la población tradicional que allí vivía: 2000 vecinos fueron desplazados, 1.078 viviendas derrumbadas y 13 casas catalogadas dentro del Patrimonio Histórico, lo cual condujo a la ruptura de muchos lazos entre los vecinos del barrio, debido al llamado proceso de gentrificación, término surgido en los EEUU en los años 50 para describir la reforma urbanística llevada a cabo para hacer más atractivo el vecindario de cara a las clases dominantes. Barrios que en un principio habían sido degradados y descuidados, como el Casco antiguo, pasan a ser reformados para convertirse en nuevos barrios de negocios para la hostelería, el turismo, la creación de oficinas, etc, así como nuevos comercios y viviendas para la clase media-alta. El sector más perjudicado en estas reformas fue el de la 3ª edad, que de un día para otro se vio obligada a dejar su casa de toda la vida.

La desarticulación de la población del Casco Antiguo se vio reflejada en el tejido asociativo del barrio, formado por la Asociación de Vecinos, Vecinos en defensa de la Barcelona Antigua o el Plan Integral del Casco Antigo (PICA). Con la reforma entraron en grandes desacuerdos: la Asociación de Vecinos en Defensa de la Barcelona Antigua, por ejemplo, siempre fue muy crítica con el PERI y la destrucción patrimonial que comporta, mientras que el PICA ha participado en el plan del PERI. La polémica estaba servida.

Un caso paradigmático: el Forat de la Vergonya

La polémica se acrecentaría alrededor de un solar de 5000 metos cuadrados, más conocido como el Forat de la Vergonya (1)(‘el agujero de la vergüenza’) durante una asamblea vecinal en que PROCIVESA exponía las ventajas de la remodelación-expropiación. El arquitecto del proyecto, Enric Miralles, defendía la remodelación como revalorización del patrimonio, no como destrucción: “Por definición, la ciudad es dinámica y no nos tiene que asustar que se transforme.”
Mientras muchos fueron cediendo a la oferta de PROCIVESA, un gran número de vecinos contrarios al plan se organizaron para defender sus derechos, y acabaron formando el Colectivo de Expropiados del Forat de la Vergonya, eje vertebrador de la movilización del vecindario durante esos años.

El Forat de la Vergonya se convertió en la insignia de lucha del barrio tradicional, y debe su nombre al vacío que quedó tras el derribo de un islote de edificios cerca del Pou de la Figuereta por parte del Ayuntamiento y PROCIVESA en junio de 1999, con el objetivo de construir después, en un primer momento, una zona verde. Tras el derribo, la zona quedó abandonada, entre ruinas, durante varias semanas, hasta que los vecinos organizaron una cassolada popular para denunciar la situación.

Los vecinos se sintieron engañados por el Ayuntamiento, que ya había expropiado a bajo precio varias manzanas de la Ribera, cuando se enteraron de que lo que en principio iba a ser una zona verde para el barrio, había sido modificado en el proyecto por la nueva construcción de un aparcamiento subterráneo con capacidad para 150 coches, y una residencia para estudiantes, lo que comportaba el derribo de más edificios, así como un cambio de modelo urbanístico en la zona.
Para frenar esta remodelación, un pequeño colectivo de vecinos planta un abeto en las Navidades de 2001-2002 para reivindicar su zona verde, justo en enfrente de la última manzana habitada pendiente de derribo, convirtiendo el árbol en el símbolo de la especulación urbana. El abeto, sin embargo, fue talado (los vecinos creen que a manos de PROCIVESA). Plantaron otro abeto, que fue envenenado. En pleno mes de mayo, plantaron otro abeto más.

Meses después se inicia un proceso de reapropiación del espacio público, al que se sumaron diversas asociaciones que juntas redactaron el manifiesto “Para una Ciutat Vella verde y sin especulación”, en que se mostraban totalmente en desacuerdo con el nuevo modelo y en que expresaban su indignación por la actuación del Ayuntamiento y de la Guardia Civil ennoviembre de 2002, tras la orden de la regidora del distrito, Katy Carreras, de destruir el parque-jardín que los propios vecinos habían creado para actividades infantiles, comidas populares, fiestas y conciertos, para realizar un sondeo del subsuelo en previsión de encontrar restos de importancia arqueológica antes de construir el párking.

Esta operación llegó al punto álgido el 18 de noviembre de ese mismo año, cuando los vecinos se interpusieron entre las máquinas para tratar de salvar los árboles que habían plantado, y que habían sido arrancados sin miramientos por las máquinas escavadoras. Hubo varios heridos por la actuación de ‘control’ policial[2]. Tras estos hechos violentos, el ‘agujero’ fue vigilado día y noche por la policía.

Los vecinos, cansados del asalto policial y de la situación, se reunieron en asamblea para convocar una manifestación de protesta mediante la Plataforma contra la Especulación de Barcelona y denunciar al organismo que regula las concesiones de ayudas financieras del Fondo de Cohesión de la Unión Europea para el ‘Proyecto de regeneración ambiental de Ciutat Vella, Barcelona 1995-98, área del Casc Antic’, destacando que la creación de un párquing no respondía al modelo ecológico que este proyecto defendía, con lo que no podía ser financiado por el fondo comunitario.

El viernes 29 de noviembre, según el texto de la presidenta de la AAVV del Casc Antic y Toni Vergés, unas mil personas se reunieron en la plaza de Sant Jaume, el centro neurálgico del Casco Antiguo, para emprende una marcha que acabaría en el Forat de la Vergonya, donde los manifestantes derribaron con sus propias manos los muros que habían sido constuidos. La policía, allí presente, no fue capaz de intervenir. La regidora del distrito acabó por dimitir.

2005-2006: El Ayuntamiento modifica el plan de construcción de párking y acaba construyendo una plaza pública, un huerto comunitario, un espacio para niños y un pequeño equipamiento deportivo en el Forat de la Vergonya, al que denominan Pou de la Figuera. Actualmente ejerce de plaza mayor del Casc Antic.

Espacio urbano y humano: la lucha vecinal continúa

A pesar de que los vecinos del Casc Antic consiguieron ganar la batalla anti-especulación, la Asociación de Vecinos continúa luchando a favor de la gente que vive en el barrio y en contra del urbanismo, que según la presidenta de la AAVV, no siempre tiene en cuenta el uso que las personas hacen de los espacios ni las relaciones sociales que se establecen en los mismos.

Lo ocurrido en el Forat de la Vergonya es un buen ejemplo para analizar como a veces es imposible unificar tradición y modernidad sin que nadie salga perjudicado en el intento. ¿Dónde colocar los límites del urbanismo?

FUENTES CONSULTADAS

Historia multimedia del Forat: http://www.redactiva.org/old/modeliz/15/forat_main.html

Vídeo:
Sobre especulación inmobiliaria: http://www.youtube.com/watch?v=UBPYK8gbHI0&feature=related:

Documental ‘El forat’ (el agujero), realizado por Chema Falconetti:
http://www.nodo.org/tortuga/article.php3?id_article=1639
http://video.google.es/videoplay?docid=-2166782906012845019#

Artículos:
http://www.investigaccio.org/barcelona2004/textos/cap25.pdf
http://memoriaveinal.org/forat_vergonya-ciutat_vella.php
http://e-barcelona.org/index.php?name=News&file=article&sid=8008

by Carmen.


[1] “Allí se podía ver en todo momento a gente de todas las edades convirtiendo la plaza en un lugar de sociabilidad que, por otra parte, representaba la encarnación del multiculturalismo real, no el de los prospectos oficiales, sino el de los seres humanos de carne y hueso que encontraban por fin un lugar donde encontrarse”. Delgado, Manuel; “El forat de la vergonya” en El país, 10 de octubre de 2006.
[2] Comunicado del vecindario tras los hechos: “Malauradament, el poder no permet espais de vida populars, són perillosos els interessos especulatius i vingueren de matinada a destruir amb una contundència sense precedents l’espai de vida que havíem creat. Ens han apallissat, ferit i detingut a un veí però no han aconseguit matar la il·lusió de seguir lluitant per dignificar un espai que defensàrem, si més no, amb molta ràbia, encara que hi aixequin murs, murs que també sabem com enderrocar. Mai més, murs de vergonya!”. Extraído de Un forat de la vergonya al Casc Antic de Barcelona, de Maria Mas y Toni Verger.

Mi huella, la huella

El cuestionario ‘la huella ecológica’calcula el área de terreno y océano necesarios para sostener el consumo de alimentos, bienes, servicios, alojamiento y energía y asimilar sus residuos. La huella ecológica de cada uno se expresa en "hectáreas globales" (gha) o "acres globales" (ga), unidades estándar que dejan ver las diferencias en productividad biológica de los ecosistemas que reciben el impacto de nuestros actos de consumo.

He realizado el cuestionario 3 veces. La primera vez, el resultado obtenido ha sido precario, ya que según este estudio, se necesitarían ¡2,65 tierras para para mantener mi nivel de consumo actual!, lo cual me ha hecho indagar en las causas de este exceso de consumo. Tras la reflexión, y siguiendo las pautas y las explicaciones del cuestionario, he vuelto a hacer el cuestionario, y el resultado se ha igualado a la media de consumo actual a nivel mundial, lo cual me ha hecho sentir casi igual de mal que la primera vez, aunque en este caso creía que las medidas adoptadas eran apropiadas y suficientes para conseguir eliminar mi déficit ecológico. En mi asombro, he vuelto a realizar el test, esta vez basándome en un estilo de vida hipotético, y el resultado ha sido exageradamente satisfactorio, pero lamentablemente utópico (‘sólo’ 0,29 tierras necesarias para mantener mi nivel de consumo).

Pasemos a analizar ahora detalladamente cada uno de los tres cuestionarios.

1r intento (fallido): Déficit ecológico excesivo (2,65 tierras necesarias).

http://www.myfootprint.org/es/your_results/?id=798588

Huella de carbono

Comparto el hogar en un barrio tradicional con tres miembros familiares más en una casa de las afueras de Barcelona que tiene entre 200-250 metros cuadrados. Los ingresos anuales actuales son de 45,2963 dólares (30,480 euros). Las fuentes de energía usadas son la electricidad y el gas natural. Como vivo en las afueras, cojo el tren unas 2 veces por día, con lo que hago aproximadamente 25.000 km al año. Calculo que en automóvil no hago más de 3000, (teniendo en cuenta que ya no tengo coche propio y que sólo lo utilizo como copiloto) 12.000 en autobús (2 viajes al año por España, más los trayectos interurbanos y el nit bus), y unos 1000 km en transporte aéreo.

Los dispositivos para el ahorro enérgetico usados en casa sólo son dos: electrodomésticos de bajo consumo y dispositivos para el ahorro de agua. Respecto a los hábitos, tenemos 3 de los 7 propuestos: Apagar los ordenadores cuando no están en uso, secar la ropa al aire (no tenemos secadora) y mantener el termo relativamente bajo en la época fría. No conocía la existencia de los vales de compensación de carbono.

Huella alimenticia:

Sigo una dieta omnívora como la mayoría de personas que tengo a mi alrededor, y como carne unas 2 veces por semana. Me ha resultado asombroso y preocupante que el 18% de las emisiones de gas del efecto invernadero estén asociadas al consumo de carne, aunque no veo conveniente hacerme vegetariana. La mayor parte de los alimentos los compra mi madre en el supermercado, algunos en tiendas de alimentos naturales, como por ejemplo los integrales. Raramente me fijo o se fija en que hayan sido producidos de forma sostenible, y cuando lo hago, suele ser por el precio, que suele ser más caro. Hago 2 comidas grandes al día y 2 o 3 tentenpiés, contando el desayuno, y aunque tenemos un pequeño huerto detrás de casa. Ya no se cultiva nada porque han construido un bloque de pisos en parte del terreno.

Huella de alojamiento:

Vivo en una casa unifamiliar independiente. El área de terrero ocupada no la sé, y estoy segura que no ha sido construida con materiales reciclados ni ecológicos, al igual que ocurre con el mobiliario, que fue comprado en el momento en que se construyó la casa (hará unos 20 años). Usamos sólo 1 de los 6 dispositivos para ahorrar agua citados (grifos y duchas específicos), y seguimos 3 de las 6 costumbres: usar la lavadora y el lavavajillas sólo cuando están llenos, lavar el coche sólo ocasionalmente, y buscar y reparar fugas de agua con frecuencia. Sólo a veces se compran productos de limpieza no tóxicos, según mi madre, que es la que se encarga de la compra.

Huella de bienes y servicios:

Respecto a los hábitos de gasto y ahorro, en casa siempre hemos vivido dentro de nuestras posibilidades, y compramos sólo cosas nuevas para reemplazar a las viejas algunas veces (la mayoría se aprovechan hasta que se estropean y se intentan arreglar). Semanalmente, llenamos más o menos un cubo de basura diario, y reciclamos casi todo el papel, bastante alumnio, bastante cristal, casi todo el plástico y bastantes aparatos electrónicos. A la hora de comprar ropa, casi nunca me fijo en si son reciclados o no o fabricados de forma sostenible.

Mi huella ecológica en hectáreas globales por categoría de consumo ha sido 41,64 gha, casi igual a los 42 gha del promedio nacional. Desglosado, gasto 7,5 gha de carbono (menos que el gasto promedio, que está en 12,9 gha); 17,9 gha de alimentos (mi mayor huella ecológica está en esta categoría, superando la media 14,9 gha); 6,5 gha en alojamiento frente a los 4,8 gha del promedio, y 9,7 gha en bienes y servicios, casi igual que los 9,4 del promedio.


Mi contribución a la huella ecológica por ecosistema sería: 35% en terrenos forestales, 30% en pesquerías marinas, 23% en terrenos de pasto y 12% en terrenos de cultivo. Si todo el mundo llevara mi estilo de vida, necesitaríamos algo más de dos tierras y media. Vergonzoso, teniendo en cuenta que sólo hay 15,71 hectáreas renovables por persona.

2º intento (fallido): Déficit ecológico igual al mundial (1,51 tierras necesarias).

http://www.myfootprint.org/es/your_results/?id=798602

Tras haber leído todos los pequeños cambios que podrían reducir enormemente mi huella ecológica y las explicaciones dadas en algunos puntos del cuestionario, he vuelto a realizar el cuestionario con la quimera de eliminar mi déficit, pero excedo la capacidad biológica de la Tierra en casi un 50%, tal como ocurre actualmente en los países desarrollados. Casual coincidencia que me hace pensar en cómo nos condiciona (o determina) pertenecer a uno u otro tipo de sociedad.

Huella de carbono:

En esta ocasión, he pensado que podría reducir el uso de transporte (he dejado únicamente el tren, aunque no podría cumplirlo por razones obvias). He marcado todos los dispositivos y todos los hábitos para ahorrar energía en casa (he visto como bajaba enormemente la huella ecológica en gha sólo siguiendo estas costumbres, lo que me ha hecho reflexionar en medidas futuras a llevar a cabo cuando tenga un hogar propio).

Huella alimenticia:

Respecto al lugar donde adquiero los alimentos, he marcado los mercados tradicionales, cambio que me gustaría llevar a cabo por la calidad de los alimentos, además de la reducción de la huella ecológica, pero actualmente no lo veo viable porque no soy yo quien compra la mayoría de los alimentos ni tenemos mercados de este tipo cerca de casa. En este sentido, creo que sería necesario promover este tipo de mercados para acercárselos a la gente, que seguro que prefiere comprar en este tipo de establecimientos pero que no lo hace por comodidad y proximidad. También creo que es posible fijarme más a menudo en la forma de producción de los alimentos. También he cambiado las veces que como al día (de 2 a 1 gran comida), algo que veo inviable en el contexto en el que vivo pero a lo que podría adaptarme si viviera en otro lugar donde esa fuera la costumbre. Aquí sería antisocial. No tengo jardín ni huerto y no lo he cambiado porque no tendría tiempo para cuidarlo ni conocimientos para mantenerlo.

Huella de alojamiento:

Tampoco cambio los materiales con los que ha sido construida mi casa porque es algo que no depende de mí y que por tanto no puedo cambiar (si que lo haría si construyera mi propia casa aunque no sabía que existía esa posibilidad). Sí que modifico el porcentaje de mobiliario sostenible (de metros a acres), algo que me he propuesto llevar a cabo cuando tenga que amueblar mi propio piso, cuando la crisis me lo permita. Marco todas las casillas y me propongo cumplir con todas las propuestas para el ahorro de agua de cara al futuro (tendré que buscar compañeros de piso que estén de acuerdo con estas medidas), y me comprometo a fijarme en las etiquetas de los productos de limpieza cuando sea yo quien los compre.

Huella de bienes y servicios:

¿Podré vivir algún día de forma austera y ahorradora? No lo sé, pero lo quiero intentar, ahora que mi sueldo me lo permite. También veo viable usar las cosas hasta que sea necesario cambiarlas, y no sustituirlas a no sea imprescindible (aunque a nivel global creo que es imposible debido al consumismo masivo y a las estrategias de márketing que lo promueven). Seguiremos llenando más de 2 cubos de basura a la semana porque somos cuatro en casa, pero me propongo reciclar todo el material como modus operandi, y revolucionar mi casa hasta conseguirlo (conseguí que se reciclara, aunque sigo persiguiendo a mi madre para que use bolsas de tela o biodegradables). Como también he decidido que a partir de ahora me fijaré más en el material con el que se fabrica el papel y la ropa que compro (aunque el papel lo suelo reutilizar cuando se puede).

El resultado de estas nuevas iniciativas, sin embargo, sigue siendo fallido porque continúo creando déficit ecológico, aunque sea mucho inferior al anterior (23,70 gha en total. Véase desglose en gráfico de resultados).

3r intento (satisfactorio): Conciencia ecológica (ni una tierra necesaria).

http://www.myfootprint.org/es/your_results/?id=798609

Enfadada conmigo misma por el resultado obtenido, me he imaginado un estilo de vida que fuera totalmente respetuoso con el medio ambiente. He supuesto que me iba a vivir a alguna aldea cercana a Nairobi (Kenia), donde el clima tropical pero seco me permitiría reducir el consumo de energía y aumentar el uso de fuentes renovables (del 19.00 anterior al 59.00 actual), donde sólo necesitaría mis pies, la bicicleta o el autobús para ir de un lugar a otro (20.000 km al año). Adoptaría todos los hábitos que fueran necesarios para ahorrar agua y energía. Me alimentaría únicamente de comida vegetariana (algo imposible porque me gusta comer de todo, cosa que además creo que es importante para la salud), que adquiriría o intercambiaría en el mercado tradicional, o que yo misma cultivaría. Haría sólo una comida grande al día, que me aportara únicamente la energía y los nutrientes necesarios para vivir. Mi casa, humilde pero con lo necesario, se construiría con material reciclado, y al lado tendría un pequeño huerto o jardín de 10-20 metros cuadrados para cultivar los alimentos que después intercambiaría, regalaría y consumiría. El mobiliario sería de 2ª mano o reciclado, y los productos de limpieza no contendrían apenas materiales nocivos. Lo usaría todo hasta que ya no sirviera y cuando ya no sirviera, lo reutilizaría para crear otras cosas, o lo reciclaría. No hace falta decir que siguiendo este modo de vida no tendría grandes gastos ni grandes ambiciones, y que la basura no sobrepasaría los dos cubos a la semana, porque no harían falta tantas comidas innecesarias, tantos objetos innecesarios, tanto consumo innecesario. Este estilo de vida sólo necesitaría 4,51 hectáreas de consumo. Teniendo en cuenta que hay 15,71 hectáreas globales renovables disponibles por persona, podría estar más que satisfecha.

Lástima que este sea un modelo de vida profundamente idealista, teniendo en cuenta el contexto en el que vivimos. Pero quién sabe. Quizás algún día mi propia huella ecológica me haga perseguir la utopía, al margen del modo de vida (occidental) actual, que difícilmente podrá cambiar debido a la (falta de) filosofía general.

Mientras tanto, sólo es necesario acostumbrarse a seguir unos cuantos consejos que han ido apareciendo en el cuestionario para reducir, aunque sea un poco, el consumo. Eso sí es posible, y no hace falta cambiar de vida para conseguirlo: sólo de hábitos.



*Fuente: http://www.myfootprint.org/es

Comentario realizado para la asignatura de Geografía Humana.